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Foto del escritorNico Bottega

El tango, una danza a tierra


El tango, una danza a tierra

Por Nicolás Bottega

Códigos de comunicación

Siendo el tango una danza que se lleva a cabo de a dos, es necesario algún tipo de código de transmisión de información entre estas dos personas. Cada danza en pareja tiene el suyo, que nace a partir de las características de la misma. Por ejemplo, en salsa, el ritmo y los brazos juegan un papel en la comunicación mucho más importante que el que tienen en tango. En otras se usa la mirada, como en la zamba. De esta manera, código y danza terminan evolucionando simbióticamente, convirtiendo a la danza en aquello que el código permite y prohíbe, tanto como que es la esencia de la danza la que moldea su código. Esta esencia tiene mucho que ver con la música que se danza, pero también con su trasfondo histórico-cultural.

Las posibilidades coreográficas y de expresión que poseen los bailarines de tango hoy por hoy, provienen de una historia. Sin duda, es el abrazo uno de los moldeadores más importantes de esta evolución histórica. Muy probablemente, el hecho de que el tango haya nacido con un abrazo bastante cerrado entre una pareja, responde mucho más a razones socio - culturales de la época en el que el mismo se forjó, que a cualquier otro posible motivo. Pero lo importante de todo esto no es encontrar la raíz del por qué del abrazo, sino entender las consecuencias que tuvo en la evolución del baile.

Seguramente el primer escollo que los bailarines tuvieron que solucionar fue cómo transmitir un desplazamiento. Evidentemente fue el instinto de los mismos el que encontró la solución, y la misma fue que, la mejor manera de llevar a cabo esto era a través de la información que se transmitía a través del abrazo acerca del peso de los cuerpos. Fue así que la evolución del baile del tango dio su “primer paso”, y de ahí en más, el peso del cuerpo se convertiría en solución, y también en posibilidad, ya que a partir de las posibilidades que esta parte del código brindaba, nuevas posibilidades coreográficas y de expresión fueron naciendo, y otras fueron quedando de lado. Sobre estos cimientos se fue construyendo el tango que hoy bailamos.


Centro de gravedad y eje


En el tango, gran parte de la comunicación entre los cuerpos está destinada a buscar dónde está posicionado espacialmente cada uno de los bailarines. Para simplificar podemos reducir esta ubicación, tanto como se pueda, a sólo un punto en el espacio.

Recurriendo a la física, el concepto que describe esto que estoy tratando de graficar es el de centro de masa o centro de gravedad. El centro de gravedad es el punto geométrico, en este caso de un cuerpo, que actúa como si toda la masa (o peso) del mismo se encontrara concentrado sobre ese punto. Nuestro centro de gravedad es el promedio de pesos de nuestro cuerpo, lo cual no significa que sea la mitad geográfica del mismo, sino más bien tiene que ver con el modo en el que está distribuido el peso en nuestro cuerpo, lo cual es variable de un individuo al otro.

Por ejemplo, si tratamos de sostener una cuchara con tan solo un dedo, el punto donde ubicaremos el dedo sería el centro de gravedad de la cuchara, y no necesariamente sería la mitad de la misma.

Si bien el centro de gravedad del cuerpo es uno sólo, podemos hablar de “subcentros” de gravedad. Uno que resume el peso de los miembros superiores (cabeza, cuello, torso, brazos) y otro de los miembros inferiores. El eje, sería la línea promedio que resuma estos tres puntos (centro de gravedad y subcentros).

La importancia de ordenar nuestro cuerpo en torno a esta línea radica básicamente en una cuestión de eficiencia, es decir, realizar los movimientos con el menor gasto de energía posible. Si nos desplazáramos, o aún nos quedáramos en reposo desalineados con respecto de nuestro eje, nuestro cuerpo tendría que realizar fuerzas compensatorias.

Nuestro cuerpo sabe ordenarnos de manera eficiente en torno a nuestro eje instintivamente, ya que lo aprendimos en los primeros años de vida. Es más, evolucionamos en nuestra fisionomía a partir de esto. Lo que sucede, al momento de aprender a bailar tango, es que es necesario reeducar al mismo ya que no está acostumbrado a los códigos que esta danza le propone.


El eje, el peso y la comunicación entre los cuerpos


Además de la eficiencia, el tema de ordenar nuestro cuerpo en torno al eje, en tango cobra un nuevo sentido mucho más importante, que tiene que ver con la transmisión de esa información de la que hablaba, de la localización donde cada cuerpo “está”. La mejor manera de lograr esto, es lograr que nuestro eje, sea lo más claro posible, atravesando cada uno de los subcentros de gravedad, tanto de los que hablamos como de otras subdivisiones que puedan hacerse.

Si alguna parte del cuerpo se descentra del eje, su peso hará que el eje se corra y como consecuencia, se desalinee del resto de los centros de gravedad. Como consecuencia se generará una información confusa hacia la pareja de la ubicación espacial del cuerpo, y se perderá calidad de movimiento. A medida que nuestra danza evoluciona podemos ponernos cada vez más exigentes para lograr niveles de claridad cada vez más altos en la comunicación eficaz de “dónde estamos”.


Eficacia en la descara de peso


La eficacia en la descarga de peso hacia la tierra, aumenta a medida que se clarifica el eje. Para entender esto, pido un ejemplo prestado a la arquitectura. En un edificio, a nadie se le ocurre hacer columnas que no sean rectas y perpendiculares al piso. Esto es porque es la línea recta la manera más eficiente de descargar un peso hacia la tierra. Me gustaría pensar al cuerpo del bailarín no como un bloque, sino como la suma de infinidad de puntos, cada cual con su propio peso. Nuestro cuerpo tiene cientos de músculos y articulaciones que pueden afectar esa descarga. Ya que una columna es un bloque inmóvil, podemos usar en cambio como imagen un chorro de agua que nos lo imaginaremos bien abundante y cayendo perfectamente desde arriba, sin ninguna interrupción. A ese chorro que visualizamos seguramente transparente y tubular, podemos agregarle ahora interrupciones parciales de cualquier tipo, por ejemplo tocarlo con la mano, con el brazo, con una rama, etc. Esas pequeñas interrupciones hacen que esa caída de agua pierda fuerza, ya que su caída fue parcialmente desviada. Ese chorro de agua va a ejercer sobre donde caiga, una fuerza inferior que la que hubiera ejercido si nada lo hubiera interrumpido.

Esta analogía me sirve para explicar lo que ocurre en el cuerpo del bailarín con las tensiones innecesarias. Es obvio que para movernos nuestro cuerpo requiere cierta activación muscular, pero muchas veces se activan también otros músculos que no es necesario que se activen, y que generan tensiones. Estas tensiones terminan actuando como interrupciones a la descarga de peso del cuerpo, perdiendo fuerza y claridad en la descarga. Por esto es que se vuelve muy importante eliminar todo tipo de tensiones musculares en todos los puntos del cuerpo, especialmente en los músculos que rodean las articulaciones como en la planta de los pies, los tobillos, las rodillas, la cadera, los hombros, el cuello, incluso podemos prestar atención a la cara ya que puede ser un indicio de un estado general de tensión.


Eficacia en el ordenamiento de las partes del cuerpo


El cuerpo humano evolucionó hasta lograr un cierto ordenamiento estándar de sus partes, y es cuando respeta este ordenamiento cuando mejor funciona. Claro que de individuo a individuo hay variaciones de este ideal estándar.

A la hora de bailar, el ordenamiento del cuerpo es diferente al ordenamiento de la vida cotidiana, debido a los códigos del baile, como por ejemplo, el abrazo. Lo difícil es lograr que esta nueva forma de organizar el cuerpo durante el baile, sea lo más parecida posible a la de la cotidianeidad, es decir, lo más natural y eficaz posible. Y es cuando se introducen fuerzas innecesarias para el baile, es decir, no demandadas por el código y contrarias al ordenamiento ideal, cuando el cuerpo se desorganiza, y por lo tanto, el eje pierde claridad.

Si estamos bien ordenados, cada parte de nuestro cuerpo se convertirá en un indicador de “dónde estamos”. Por ejemplo, a partir del contacto que se da en las manos del lado abierto del abrazo, podemos hacernos una idea del resto del cuerpo de nuestro compañero/a, y generar una especie de mapa virtual del mismo. Esto sucede todo el tiempo durante el baile, ya que los puntos de contacto varían constantemente y aun así somos capaces de “encontrar dónde está” nuestra pareja.

Por último, el orden corporal también afecta la correcta descarga de peso. Alinear los centros de gravedad del cuerpo con el eje, genera una información unívoca acerca del posicionamiento de nuestro cuerpo, y que en última instancia se termina reduciendo a la proyección de esta línea en el piso. De esta manera podemos decir que todo nuestro cuerpo “se encuentra” en ese punto del piso. Desalinear elementos del cuerpo, que hagan que los subcentros de gravedad se alejen de esta línea, genera información confusa. Sin dudas esto le quita calidad a la comunicación, y por ende al baile.

Esto es igualmente importante en ambos roles, ya que a mi entender, buena parte de la esencia del tango se encuentra en poder estar juntos a través del movimiento. Y para estar juntos, es necesario ser claros con el otro acerca de dónde estamos.


Tango, una danza a tierra


Debido a las razones socioculturales que hicieron evolucionar al tango del modo en que lo hizo, la descarga de peso se convirtió en un factor preponderante en el código del mismo, siendo esencial para la comunicación en la pareja, y es por esta razón, que buena parte de la técnica se ocupa directa o indirectamente, de que esta descarga sea lo más clara posible, para poder obtener un baile más evolucionado, al menos desde el aspecto del movimiento. Es por esto que se habla que el tango es una danza “a tierra”, así como las danzas afro (de dónde el tango también se nutre históricamente), y a diferencia de la danza clásica por ejemplo, que es una danza mayormente “hacia el aire”. Esto es parte de su esencia cultural, y es por este motivo que difícilmente cambie, pese a que no sería imposible desde un punto de vista técnico.


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